Hace un día propicio para tomar el sol. Coged pañuelos de papel, gafas oscuras y la novela que no termináis de leer, ni queriendo. Ponerlo todo en la bolsa de la playa y buscar el bañador en los cajones donde, estáis seguras, lo pusisteis en el mes de octubre del año pasado. Pues no, amigas, ahí no está. Me preguntaréis: «¿Cómo lo sabes, enterailla?». La respuesta no puede ser más lógica: ¿Qué mujer, de mi edad, se acuerda de dónde puso ayer el monedero, cuando regresó del mercadillo? Ninguna, la verdad. Y si lo recuerda es porque, para no despistarse, dejó mil papelitos por los rincones con el mensaje: «He puesto el monedero dentro del jarrón azul». ¿Veis qué sencillo? Sí, es muy sencillo, pero aseguraos de que no tenéis más que un porta flores azul en vuestro amplio hogar, en caso contrario estará en el último. Cosas de la edad y de que el Señor tampoco tiene mucho que hacer y se entretiene gastándonos bromas a las de mayor edad, que somos las menos susceptibles a traicionarle.
Bueno, el bañador localizado. Ahora tengo que recordar: ¿por qué tenía la necesidad de encontrarlo? Media hora perdida. Al final, me encuentro que el tiempo vuela que es un horror y no puedo abandonar el hogar sin dejar, antes, preparado el sofrito para que, al regreso de la playa, pueda terminar de hacer la paella porque vienen ocho a comer. Sí, ocho, tres son familiares y cinco amigos que los acompañan para que no se pierdan por el camino. ¡Estas malas cabezas! Y si protesto me abrazan y me dicen: «Abu, no te cabrees que es malo para tu corazón». En el fondo hay que querer a esos angelitos. ¡Si se cortaran un poco el flequillo ayudaría mucho. Al menos reconocería para quiénes cocino. El padre Santiago me dice que los quiera a todos, al fin y al cabo son criaturas del Señor. ¡Qué descanso!
El clima de Málaga es muy templado en invierno, con temperaturas mínimas muy suaves. Los veranos son calurosos, moderados por la cercanía de la ciudad al mar.